Esto, que en principio a
todo el mundo parecerá bien, no lo es si analizamos reposadamente el asunto. En
la mayoría de los casos, estos aspirantes a toreros que recaban la ayuda del
padrino y la consiguen, son precisamente los que reúnen las condiciones
necesarias para no ser torero. Pero lo peor del caso no es precisamente el
hecho de que encuentren la ayuda de un caballero que con su influencia y
amistades, logre introducirlo en el mundillo taurino. No. Lo peor es que estos
señores se dirigen a las empresas y hacen ofrecimiento de “su torero” en unas
condiciones verdaderamente vergonzosas.
Mañana se celebrará en una
conocida localidad, una novillada picada, y de los tres espadas actuantes, dos
de ellos contribuyen con su aportación monetaria a la organización de la
empresa. No queremos decir con ello que los muchachos no puedan ser toreros,
pero sí que lo que han hecho en esta ocasión no ha sido nada más que
perjudicarse a la larga. Porque, ¿qué se puede esperar de la moralidad de una
empresa a la que no le interesa en absoluto el resultado artístico del cartel
que ofrece al público? Nada bueno. Porque no me dirán ustedes que, si no tienen
escrúpulos para pedirles a unos principiantes varios miles de pesetas, tampoco
lo tendrán a la hora de la elección de los toros. Y así mañana en dicha
población preparan una corrida que no ofrece en el ganado ninguna garantía de
éxito ya que, como me han dicho personalmente, se han preocupado de que pesen
mucho para aminorar el coste de los novillos con el beneficio de la carne.
¿No habrá manera de acabar
con estos mercaderes del toreo, que poco a poco van minando la Fiesta en
Cataluña? Se debería hacer una investigación a la empresa y los espadas
alternantes, para sancionar como corresponda a los que no han tenido en cuenta
que el Sindicato tiene marcado un sueldo mínimo para los actuantes en
novilladas con o sin picadores. Y no me vayan a decir que cobran, pues sé que han
firmado unos recibos como que han recibido unas cantidades a cuenta. Hay que
terminar, repito, con estos señores que minan la Fiesta.
Barcelona, 29 de mayo de
1954
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