Barcelona
29 de junio de 1959. La Corrida del día de San Pedro.
Desde mucho antes de las seis, hora
señalada para dar comienzo al acontecimiento, la Plaza presentaba un imponente aspecto. Una atronadora
ovación resuena en la Plaza al hacer el paseo las cuadrillas, ovación que se
mezcla con algunos pitos para Antonio Ordóñez en el tendido 5. Esperemos y ya
verán ustedes cómo los pitos se vuelven ovaciones. Un parejo encierro, gordo,
bien presentado, con “vara” ha sido el enviado por don Ignacio Sánchez, de
Sepúlveda de Yeltes, los cuales han acusado notoria mansedumbre, especialmente
el lote de Bienvenida. Los demás, con la bravura justa, sosotes y en ocasiones
con embestidas broncas, que los toreros, con su maestría y arte, han sabido
vencer.
Antonio Ordóñez y Luis Miguel se estrechan
la mano al volver a reunirse en un cartel
De haber tenido suerte con la espada,
ANTONIO BIENVENIDA, sin duda alguna, hubiera salido a hombros con sus
compañeros por las calles de Barcelona. Porque Bienvenida ha toreado con un
sentido de la medida, con una pureza, que se ha sobrepuesto a la aspereza de su
primero, con el que se ha metido con unas dobladas torerísimas. Pero como
quiera que el toro no se prestaba al lucimiento, lo pasaportó de media estocada
y descabello. Su segundo sale suelto de los capotes y toma las varas
reglamentarias a fuerza de acosarle continuamente. El capote de Bienvenida está
presente en todo momento, y ya con la lluvia de nuevo, le realizó una gran
faena, en la que toreó sobre la derecha con una pureza de líneas que las
ovaciones no cesaron un solo momento. Pero ya hemos dicho que no tuvo suerte
con la espada.
Lo que ha hecho esta tarde LUIS MIGUEL
no es para relatarlo: es para verlo. Insuperable con el capote, lo mismo al
torear a la verónica que con el capotillo a la espalda. Asombroso con las
banderillas. Seis grandes pares, los últimos de ambos toros, al cambio. Y dos
faenones de época. Toreó con regusto rancio de siglo y vistosidad luminosa de
actualidad. No se puede torear más centrado, más dominador, más perfecto que
como lo ha hecho esta tarde el menor de los Dominguines. Vamos, lo mejor tarde
de su vida torera! Un pinchazo y una estocada de efectos rápidos en su primero
y hay oreja y vuelta triunfal. A su segundo lo pasaportó de una gran estocada y
le fueron otorgadas merecidísimamente las dos orejas y el rabo del de
Sepúlveda. Ha toreado esta tarde Luis Miguel con un gusto y un regusto que nos
durará mucho tiempo en los paladares.
Decíamos que el público del tendido 5
había recibido de uñas al torero de Ronda. Pero su enfado duró exactamente lo
que tardó en meter ANTONIO ORDÓÑEZ su capote en el primer toro de la tarde y
cincelar cinco lances y revolera de gran belleza. Después, ya con lluvia
torrencial, lancea superiormente a su primero y se gana una gran ovación, la
cual se repite al quitar con tres verónicas y media que son una pura filigrana.
Bienvenida también torea a la verónica entre olés, y Luis Miguel, poderoso y
valiente, quita por apretadas gaoneras. La lluvia arrecia y Antonio inicia su
faena con unos pases de tanteo que son un primor de ejecución, para pasárselo
seguidamente sobre la derecha en una serie de templados pases. El toro se viene
abajo y tiene que tirar a abreviar, matándolo de pinchazo sin soltar y media
estocada.
La Plaza entera vibraba entusiasmada
por la gran faena de Dominguín cuando hizo su aparición en el ruedo el sexto de
la tarde. Antonio Ordóñez se dispuso a escribir otra página de gloria en su ya
largo libro de proezas toreras. Vimos cómo toro y torero componían un grupo de
singular belleza. Fueren siete lances a cual más apretado, más armonioso.
Después..., el temple, ese temple increíble de la muleta de Ordóñez. El gusto,
el regusto de su toreo, la savia vieja de Ronda. El arte estuvo presente en
toda su faena, como también acudieron el empaque, el duende y la gracia
profunda y grave de Córdoba, en feliz conjunción con una cabeza torera de
privilegio. Ordóñez, tras dos ayudados por alto y cuatro doblones rodilla en
tierra, puso la música en marcha al torear al natural con temple insuperable,
para rematar, sin moverse, con el forzado de pecho apretado y torero. El arte y
el valer se dieron el brazo en unos derechazos de fiesta mayor, y el airoso
abaniqueo, los remates medidos y todo cuanto hizo tuvo categoría. Pincha en dos
ocasiones y logra la estocada final. Oreja, petición de otra, y a hombros, tras
dar varias vueltas al ruedo en unión de Luis Miguel, se lo llevan avenida de
José Antonio adelante una multitud de más de cinco mil enfervorizadas personas,
que horas después aún permanecen a las puertas de los hoteles en que paran los
artistas.
Tarde memorable ésta, que dio comienzo
con un brindis de Antonio Bienvenida a don Pedro Balañá y terminó de igual
manera, con otro de Ordóñez a su amigo don Pedro Díaz Muñoz.
G. DE CORDOBA
D. Antonio Bienvenida con el primero de la tarde
Fotos: Valls para "El Ruedo"