Monumental

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domingo, 31 de julio de 2016

AQUEL VERANO DEL 54. EL TOREO RECIO Y HONDO DE JOSE MARÍA RECONDO

Curro Fetén. Barcelona 9-9-54

Hoy ha tenido José María Recondo, no una tarde de relumbrón, porque su toreo, como el oro de ley que es, no reluce con el falso espejuelo de la baratija, pero en ella ha puesto de manifiesto dos cosas: primera, que es uno de los mejores novilleros que contamos en la actualidad con el capote en la mano y que además, es un torero de cuerpo entero y con una acusada personalidad. Por ello ha sido que su actuación no ha llegado a la galería como debiera y se le ha aplaudido menos de lo que mereciera.

Y es que, por desgracia, a nuestras plazas de toros no acuden verdaderos aficionados –me refiero en su mayoría, naturalmente- y ocupan las localidades un público fácil del recurso circense de tal o cual muletazo por la espalda o ésta o aquella actitud tan del agrado de la galería. Y lo malo del caso es que los principales culpables somos nosotros, los que deberíamos llevar al público fuera de la fuerza de la corriente. Y es también culpable la afición, ese selecto sector de buenos aficionados que presencian pasivamente cómo los principios básicos de la fiesta son burlados, atropellados día tras día. Por ello nuestra voz, sin la ayuda de esos buenos aficionados que aúnen su voto, tiene la fuerza del que clama en el desierto.

Pero hoy yo voy a intentar salir del paso de esa corriente y proclamar que José María Recondo ha sido el que en realidad ha realizado esta tarde cosas de torero. Aunque el público no lo haya sabido ver, no haya sabido aquilatar en todo valor la belleza de sus lances a la verónica ni la sublime elegancia de la perfecta ejecución de la media. Esa media verónica de Recondo que tiene sabor al rancio cante de Jerez.

Recondo ha dado toda una lección sobre cómo se debe torear. Con temple, mando y cargazón con el capote. Una lección que, por desgracia, no ha sido del todo comprendida. Sus dos faenas de muleta han revestido asimismo esa categoría que da la justeza, el saber medir a sus enemigos y el saberse medir a sí mismo. Naturales y derechazos, como los pases de pecho, han tenido el sello de la sinceridad, de la pureza.

Sus faenas fueron amenizadas por la música y en especial, la realizada al cuarto novillo, al que expuso más que en la feria de muestras. La dramática y torera porfía con su enemigo llegó a los tendidos. Y es que también llega al tendido el dramatismo torero, que es el único dramatismo que siempre ha existido en la fiesta y no el teatral, tan al uso.

Una vuelta al ruedo en su primer novillo y la oreja del cuarto, fueron los premios con que el público agradeció la lección torera de José María Recondo. Lección que, si no fue todo lo brillante que el maestro pudo ofrecer por la poca ayuda que le prestaron sus enemigos, muy quedados y probones, fue lo suficientemente interesante, amena y clara como para que vean los legos lo que es el toreo, siquiera por un boquete. Al final, fue sacado en hombros.

José María Recondo


Ficha de la novillada

Rafael Mariscal, un novillero que anda con mucha tranquilidad ante los novillos, ha cortado la oreja a sus dos enemigos, a los que realizó faenas alegres y vistosas que han sido muy del agrado del respetable. Su toreo de capa, pinturero y personalísimo, ha sabido granjearse la simpatía de la multitud y como quiera que el chico los mata con suma habilidad y tiene arte y alegría su toreo, llega enseguida a los tendidos con simpatía y entusiasmo. Su cartel entre el público de Barcelona, sigue en alza.

El debutante Antonio Rodríguez Caro, de Castellón, ha toreado regularmente con el capote. Banderilleó con más voluntad que acierto, pero con la muleta ha realizado un meritorio trasteo al tercero de la tarde, templando y mandando como pocos. El novillo era de dulce, pero el novillero ha estado a la altura de su enemigo. Con la espada no está seguro y se tira a herir muy delantero, pero en recuerdo de su faena, dio vuelta al ruedo. En el que cerró plaza, se limitó a salir del paso, intercalando algunos muletazos de buena ejecución. Otra vez la espada no fue su aliado, pero fue muy aplaudido.


Se lidiaron cinco novillos de Ángel Pérez y uno de Antonio Pérez resultando una novillada entretenida, con temple y son.

Curro Fetén y José María Recondo
fueron grandes amigos durante décadas.

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