Curro Fetén. Barcelona 9-9-54
Hoy ha tenido José María
Recondo, no una tarde de relumbrón, porque su toreo, como el oro de ley que es,
no reluce con el falso espejuelo de la baratija, pero en ella ha puesto de
manifiesto dos cosas: primera, que es uno de los mejores novilleros que contamos
en la actualidad con el capote en la mano y que además, es un torero de cuerpo
entero y con una acusada personalidad. Por ello ha sido que su actuación no ha
llegado a la galería como debiera y se le ha aplaudido menos de lo que
mereciera.
Y es que, por desgracia, a
nuestras plazas de toros no acuden verdaderos aficionados –me refiero en su
mayoría, naturalmente- y ocupan las localidades un público fácil del recurso
circense de tal o cual muletazo por la espalda o ésta o aquella actitud tan del
agrado de la galería. Y lo malo del caso es que los principales culpables somos
nosotros, los que deberíamos llevar al público fuera de la fuerza de la
corriente. Y es también culpable la afición, ese selecto sector de buenos
aficionados que presencian pasivamente cómo los principios básicos de la fiesta
son burlados, atropellados día tras día. Por ello nuestra voz, sin la ayuda de
esos buenos aficionados que aúnen su voto, tiene la fuerza del que clama en el
desierto.
Pero hoy yo voy a intentar
salir del paso de esa corriente y proclamar que José María Recondo ha sido el
que en realidad ha realizado esta tarde cosas de torero. Aunque el público no
lo haya sabido ver, no haya sabido aquilatar en todo valor la belleza de sus
lances a la verónica ni la sublime elegancia de la perfecta ejecución de la
media. Esa media verónica de Recondo que tiene sabor al rancio cante de Jerez.
Recondo ha dado toda una
lección sobre cómo se debe torear. Con temple, mando y cargazón con el capote.
Una lección que, por desgracia, no ha sido del todo comprendida. Sus dos faenas
de muleta han revestido asimismo esa categoría que da la justeza, el saber
medir a sus enemigos y el saberse medir a sí mismo. Naturales y derechazos,
como los pases de pecho, han tenido el sello de la sinceridad, de la pureza.
Sus faenas fueron
amenizadas por la música y en especial, la realizada al cuarto novillo, al que
expuso más que en la feria de muestras. La dramática y torera porfía con su
enemigo llegó a los tendidos. Y es que también llega al tendido el dramatismo
torero, que es el único dramatismo que siempre ha existido en la fiesta y no el
teatral, tan al uso.
Una vuelta al ruedo en su
primer novillo y la oreja del cuarto, fueron los premios con que el público
agradeció la lección torera de José María Recondo. Lección que, si no fue todo
lo brillante que el maestro pudo ofrecer por la poca ayuda que le prestaron sus
enemigos, muy quedados y probones, fue lo suficientemente interesante, amena y
clara como para que vean los legos lo que es el toreo, siquiera por un boquete.
Al final, fue sacado en hombros.
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José María Recondo |
Ficha
de la novillada
Rafael Mariscal, un
novillero que anda con mucha tranquilidad ante los novillos, ha cortado la
oreja a sus dos enemigos, a los que realizó faenas alegres y vistosas que han
sido muy del agrado del respetable. Su toreo de capa, pinturero y
personalísimo, ha sabido granjearse la simpatía de la multitud y como quiera
que el chico los mata con suma habilidad y tiene arte y alegría su toreo, llega
enseguida a los tendidos con simpatía y entusiasmo. Su cartel entre el público
de Barcelona, sigue en alza.
El debutante Antonio
Rodríguez Caro, de Castellón, ha toreado regularmente con el capote.
Banderilleó con más voluntad que acierto, pero con la muleta ha realizado un
meritorio trasteo al tercero de la tarde, templando y mandando como pocos. El
novillo era de dulce, pero el novillero ha estado a la altura de su enemigo.
Con la espada no está seguro y se tira a herir muy delantero, pero en recuerdo
de su faena, dio vuelta al ruedo. En el que cerró plaza, se limitó a salir del
paso, intercalando algunos muletazos de buena ejecución. Otra vez la espada no
fue su aliado, pero fue muy aplaudido.
Se lidiaron cinco novillos
de Ángel Pérez y uno de Antonio Pérez resultando una novillada entretenida, con
temple y son.
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Curro Fetén y José María Recondo fueron grandes amigos durante décadas. |